Es muy chulo! Al principio crei que lo dibujaste tu entero XD Pero es genial, me encantan los dos! Ella tiene pinta de aventurera, valiente, extrovertida, mientras él es mas timido, muy timido XD cón cara de muy buenazo, tranquilo, vamos, lo contrario a ella

Exacto, ella se mete en líos y él es el que tiene que sacarlos de ellos XD
Pero bueno, se complementan el uno al otro cn su relación amor-odio :)

NUNCA LLEGUES TARDE A UN EXAMEN
Me desperté sobresaltada por un estridente ruido. Levanté la cabeza y comprobé con horror que me había quedado dormida encima de los libros. Otra vez. Todos los libros, cuadernos, hojas y cacharros estaban desperdigados por la mesa, levanté la cabeza y me limpié la baba que me caía del labio (sí, ya lo sé, era asqueroso). Busqué el origen del ruido y, para mi desgracia, resultó ser mi móvil. Lo recogí del suelo y descubrí que se había hecho otra raja en la pantalla, pero bueno, otra más, ya tenía tantas que ni me importaba. Logré milagrosamente leer en la pantalla que tenía una llamada perdida, y me pregunté por que alguien me llamaría. Nadie me llama, mi supervida social se reduce a mensajes de “llego tarde” y “ok”, yo no tengo el problema de ser viciada del móvil, eso seguro. Me estiré como un gato bostezando ruidosamente y eché un vistazo a mi reloj, y creo que se me paró el corazón por un segundo. Eran las 7:54 y las clases empezaban a las ocho, y la verdad, es que tardaba unos veinte minutos hasta llegar al colegio, quince a paso ligero. Y para colmo ese día tenía dos exámenes, y uno a las ocho. Me vestí lo más rápido que pude con lo primero que pillé, metí todos los libros a rebullón en la mochila y me la colgué al hombro. Corrí por el pasillo y grité a todo pulmón:

- ¡Adiós mamá! ¡Me voy al colegio que llego tarde! – No llegué a oír la respuesta porque me abalancé hacia la puerta y salí dando un portazo.
Eché un vistazo al ascensor pero descarté la opción de bajar en él, ya sabía por experiencia que tardaba como unos trece millones de años en llegar. Así que bajé las escaleras de dos en dos y creo que desperté a la mitad del edificio pero en ese momento no me importaba mucho. Cuando salí a la calle un soplo de aire helador me recibió casi tirándome al suelo (créeme, el viento es muy fuerte por aquí), miré a los dos lados para orientarme y salí disparada en dirección al colegio. Con las prisas y todo se me había olvidado coger el abrigo así que me estaba quedando pasmada. Y allí estaba yo, corriendo de forma idiota con la mochila colgando perdiendo toda la poca dignidad que me quedaba, porque seamos claros, nadie puede correr bien con la mochila y no quedar en ridículo. Por el momento iba bien esquivando a la gente, y a las farolas (porque ya me había encontrado de cara con más de una), y fue cuando giré una esquina cuando me choqué de golpe con alguien que se le cayeron todas las cosas que tenía.

- ¡Lo siento! – conseguí estimular, pero tenía demasiada prisa en ese momento para pararme un segundo y ayudar, que además había sido mi culpa porque andaba demasiado deprisa.
Casi sin aire alcancé a las puertas del colegio a las ocho y siete, por suerte para mí no las habían cerrado todavía, entré y subí las escaleras hasta llegar al piso de mi clase, lo recorrí y llegué a mi puerta. Miré por la ventanita de la puerta y vi a todos mis compañeros de clase mirando las hojas del examen. Con temor, llamé a la puerta y abrí:

- Hola… ¿Puedo pasar? – casi supliqué sin mucha esperanza.

- Señorita Daylist, llega usted tarde, haga el favor de permanecer fuera – replicó mi “queridísimo” profesor.

Tardé en procesar esas palabras unos segundos, y cerré la puerta de un portazo con más fuerza de la que deseé. Genial, toda la tarde estudiando para nada, tenía un cero en el examen porque no te dejaban repetirlo si llegabas tarde. Aunque como siempre hay que mirar el lado positivo de la vida, apoyé la espalda en la pared y me senté en el suelo. Si me iba a quedar afuera al menos podía aprovechar para estudiar, saqué mi libro de Historia y me puse al leer. Había estado estudiando “nosécuantas” horas y todavía no se me quedaba ninguna mísera fecha, el contexto me lo sabía, pero al parecer según mi profesor “De nada te sirve saber algo si no sabes cuando pasó, pudo ocurrir ayer o hace doscientos años”.
Pues bien, seguramente nos pondría un examen todo de fechas y acontecimientos raros que pasaron. Al

Oh no. No se lee... :(

Al menos pasé la hora entretenida helándome el culo e inútilmente repitiendo fechas supuestamente importantes.
Cuando mi profesor del alma abrió la puerta se giró hacia mí y me dijo:
- Ya lo sabe para la próxima vez, señorita Daylist – y dicho esto se alejó por el pasillo.
Solté un bufido y entré en clase, tiré la mochila al suelo y me dejé caer sobre mi silla, Y escondí la cabeza entre mis brazos encima de la mesa, ciertamente no había descansado nada esa noche, los libros no eran una buena almohada. Una voz conocida me sobresaltó:
- Pero Belwin, otra vez has llegado tarde, y eso que te he llamado – levanté la cabeza y le miré.
- Así que has sido tú quien me ha llamado…
- Te has quedado dormida estudiando otra vez, ¿no? – ese chico me conocía mejor que yo.
- No, es que intentaba estudiar por osmosis, a ver si funcionaba – bromeé.
- Bueno, ¿te lo sabes o no?
- Sieeee… - negué más que afirmé.
- A ver, deja que te pregunte algo – y acto seguido agarró mi libro y se puso a hojearlo. – Bien, aquí. Pregunta: Franco murió en…
- ¿Fermo…? - la cara que puso era una mezcla entre “lo dices en broma, ¿no?” y “esta chica es retrasada total”.
- Bueno, tú sigue estudiando, que igual te lo aprendes – suspiró. Creo que lo dijo más bien para darme ánimos que para otra cosa.
- Je, muchísimas gracias Keihyak…
A la hora del examen cuando me dieron las hojas me quedé en blanco y se me olvidó todo, lo malo es que preguntaron cuando murió Franco y no me acordé (después Keihyak me echó la bronca).
Al terminar las clases, salimos del colegio, Keihyak y yo estábamos caminando hacia nuestras respectivas casas, y teníamos que andar por calles no muy agradables. Estábamos caminando por un callejón, y en ese momento fue cuando todo cambió. De lo que paso a continuación no tengo mucha constancia, pero recuerdo que nos inmovilizaron por la espalda, nos amordazaron y nos vendaron los ojos. Lo primero que pensé fue que nos estaban secuestrando, oí pisadas de un animal grande, muy grande, sentí como nos agarraban y nos levantaban y ahí fue cuando perdí el sentido.
Me desperté por los rayos del sol que entraba en una ventana, otra vez babeando, abrí los ojos con dificultad e intenté ubicarme, estaba echada en una cama (bastante cómoda por cierto), en una habitación, y al otro lado de la habitación había otra cama exactamente igual que la mía, en la que se encontraba Keihyak roncando como un poseso (ronca mucho, mucho). Volvía a admirar con mayor detenimiento la habitación, no tenía gran cosa, dos camas, un armario, una cómoda y una mesita de noche, lo raro es que todos los muebles y objetos no eran modernos, eran como de la Edad Media o por ahí, muy al estilo de El Señor de los Anillos. Me levanté con cuidado y fui a despertar a Keihyak:
- Keihyak… Eh, despierta – intenté despertarle de una forma delicada.
- No, hoy no tengo que ir al colegio mamá… - me había confundido con su madre, ¿en serio?
- ¡Keihyak! Soy yo, Belwin.
- Cinco minutos más…- se acabó, no lo soportaba más.
- ¡DESPIERTADESPIERTADESPIERTA! – le grité lo más alto que pude en la oreja.
- ¡¿Qué?! ¡¿Qué ha pasado?! – se levantó de un salto.
- Gracias a Dios, pareces un dinosaurio constipado cuando duermes, ¿lo sabías? – inquirí, a lo que se puso rojo como un tomate.
- No sabía que roncaba tanto, lo siento – se disculpó. - ¿Dónde estamos?
- No lo sé, si te acuerdas ayer nos secuestró alguien, y ahora estamos en una habitación que parece sacada del siglo XII.
- Y seguro que con lo que has gritado ya saben que hemos despertado – me espetó.
- Ups…
Parece que nos estuvieran escuchando porque justo es ese momento se abrió la puerta, una chica rubia de unos quince años, vestida con una especie de túnica sencilla, entró en la sala.
- ¡Ya habéis despertado! – gritó jovialmente. Desde luego, nunca había visto unos secuestradores tan raros.
- ¿Quién eres tú? – casi la asalté.
- Oh, yo soy Akia, pero eso no importa, tenéis que venir conmigo enseguida.

Y porqué íbamos a seguir a una completa desconocida después de que nos acaben de secuestrar – quiso saber Keihyak.
- Bueno, os podéis quedar aquí si queréis pero será mejor que vengáis, así podéis comer algo – mis tripas captaron esa información, porque me rugieron bastante alto, no había comido desde anteayer, suponiendo que solo habíamos estado medio día inconscientes.
- Lo ves, venga venid, que nos os vamos a hacer nada – y se giró y comenzó a andar.
Miré a Keihyak, y encogió los hombros y echó a andar, y no me quedó más remedio que seguirle. Nos indicó hasta una gran sala, también tipo medieval, con una mesa llena de comida y cosas ricas que en ese momento solo tenía capacidad para pensar. Nos sentamos en la gran mesa y no tocamos nada, pero nuestros ojos decían otra cosa.
- Adelante, podéis comer, no está envenenada ni nada. ¡Anda, rima! – nos invitó a comer y después de su acto poético se echó a reír con una risa aguda. No podía creer que nuestros captores eran como esa chica.
Cuando nos dispusimos a comer, el portón del fondo de la sala se abrió y apareció una chica joven, de pelo moreno y vestida como una túnica como la de Akia pero mucho más decorada. Recorrió toda la sala y se sentó enfrente de nosotros. Me miró directa a los ojos y sentí como si leyera mi mente, observando todos mis recuerdos, desvelando mis secretos. Apartó la mirada y pronunció:
- Buenos días.
- Yo te he visto antes – murmuré.
- Vaya, te acuerdas, parece que no ibas tan concentrada.
- Eres la chica con la que me he tropezado esta mañana y se te han caído las cosas – recordé. – L-lo siento por no ayudarte, e-es que tenía un examen y… - empecé.
- No, no hace falta que te disculpes – me cortó.
- ¿Por eso nos has traído aquí? – intervino Keihyak, que había permanecido callado.
- No, no es por eso – discrepó la idea. – Es por otra cosa, más importante.
- ¿Qué cosa? – deseé saber.
- Tú vas siempre al grano, ¿no? – discriminó mi pregunta. – Yo soy Isikara.
Isikara… Akia… Todos esos nombres raros como los nuestros Belwin y Keihyak, siempre se había burlado de pequeños por nuestros nombres, y ahí estaban esas dos chicas con nombres raritos. No digo que no fuera una coincidencia, pero era muy extraño.
- Muy bien, Isikara – habló Keihyak. – Nosotros somos, Belw…
- Belwin y Keihyak, lo sé – le cortó a él. Parece que le gustaba cortar a otros cuando hablaban.
- Nos has estado espiando o algo, ¿o qué? – le acusé.
- No, solo este mes, pero era para comprobar si estabais preparados – explicó.
- ¿Preparados para qué? ¿Por qué sabes nuestros nombres? – grité, pero Isikara ni se inmutó.
- ¿Sabéis quienes son vuestros padres? – formuló la pregunta.
Nuestros padre… Tanto como el de Keihyak como mi padre se fueron cuando éramos muy pequeños, los recuerdos que todavía recordaba era una risa, una silueta, una voz, pero nada más, tampoco tenía ninguna foto de él.
- Y eso que importa, ¿qué tienen que ver nuestros padres en todo esto? – exclamó Keihyak.
- Todo. Todo tiene que ver, porque vuestros padres son de aquí, son de los nuestros, y vosotros sois sus vástagos.
- Vale, y qué pintamos aquí, por qué nos habéis traído aquí, qué vamos a hacer aquí, ¡qué queréis que hagamos! – estallé al final. Y lo que respondió a continuación cambió mi vida, para siempre.
- Vosotros, pareja de locos, vais a salvar el mundo.

Título: Nunca llegues tarde a un examen
Modalidad y categoría: Relatos – Categoría B
Nombre y apellidos: María del Olmo Hernández
Fecha de nacimiento: 23 – julio – 1998
Destino: Tecnología y Redes

Buaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaahhhhhhh K buenoooo el relato :D no m extraña nada que ganaras, y el final es genial GENIAL Ya la puedes acabar eee, seguro que no soy ni la primera ni la ultima que te lo dirá ;)

wow! you finished it! WOW! lo terminastes!